Ubicada en el corazón de América Latina, la Ciudad de México es un testimonio de la confluencia de culturas antiguas y el arte culinario moderno. Su gastronomía, cargada de historia y llena de influencias diversas, resulta en tradición e innovación.
Un tapiz de orígenes antiguos
La historia culinaria de la Ciudad de México es tan antigua como el tiempo mismo y se remonta a las antiguas civilizaciones que alguna vez florecieron en las tierras altas del centro de México. En 1325, los aztecas, hipnotizados por las abundantes ofrendas de la tierra, se establecieron en islas en el lago de Texcoco. Su sustento dependía de la sagrada trinidad de los frijoles, el maíz y otros ingredientes indígenas, reflejando una reverencia por la tierra que dio origen a su civilización.
El maíz, piedra angular del sustento azteca, era más que un mero sustento; estaba entretejido en sus propios mitos de creación. El significado del grano repercutió en su cultura, un tributo a la tierra que los sustentaba. Sin embargo, la llegada de los españoles en el siglo XVI alteró el panorama gastronómico. Algunos ingredientes autóctonos fueron desterrados debido a su papel en las ceremonias religiosas, pero luego regresaron y ahora adornan los menús de toda la ciudad, un testimonio de la resistencia de la tradición.
Imagen de Le Tachinomi Desu
Una fusión de influencias
Más allá del legado azteca, el lienzo culinario de la Ciudad de México está pintado con tonos tomados de diversas culturas. La conquista española marcó el comienzo de una era en la que la carne y los lácteos se volvieron integrales y se abrieron paso en el tejido de la cocina local. Los ecos de los colonos libaneses resuenan en los asadores de carne estilo shawarma, dando origen a los queridos tacos al pastor, una tentadora mezcla de culturas y sabores.
Aventúrate en el barrio Cuauhtémoc, donde los alquimistas culinarios combinan técnicas japonesas clásicas con ingredientes autóctonos mexicanos. En Le Tachinomi Desu, el vino fluye libremente, combinando sabores de ambas tierras en una sinfonía de platos pequeños. El cercano Café del Fuego rinde homenaje a los kissatens japoneses y ofrece un viaje sensorial a través de salones de té.
En la Colonia Juárez, Masala y Maiz emerge como un fénix culinario, combinando sabores del sur de Asia, del este de África y de México. Aquí, el pollo frito armoniza con puré de camote condimentado con cardamomo y esquites de maíz, una danza de leche de coco, jengibre y cúrcuma sobre queso cotija. Esta fusión de influencias globales encuentra un hogar en medio de las bulliciosas calles de la Ciudad de México, un testimonio de su paisaje culinario inclusivo.
Imagen de Masala y Maiz
Donde la tradición se encuentra con la modernidad
El Centro Histórico, con sus calles adoquinadas y cantinas históricas, es un testimonio de la tradicional cultura gastronómica de la ciudad. Las taquerías susurran historias de generaciones, mientras que los bares abiertos todo el día resuenan con las risas de los lugareños que saborean cervezas frías y disfrutan de juegos y noticias.
En la Colonia Roma surge un nuevo horizonte culinario. Chefs visionarios como Rodney Cusic y Mercedes Bernal reinventan la cocina mexicana, elevando su esencia y rindiendo homenaje a las raíces indígenas. Los establecimientos experimentales de alta cocina dan nueva vida a los sabores tradicionales, creando narrativas culinarias que hablan tanto de la tradición como de la innovación.
Imagen de Meroma MX